Instructores comunitarios más allá de la misión educativa



Benny Cruz Zapata

Con el miedo a cuestas, las oraciones en los labios pero con la camiseta bien puesta, los instructores educativos del Consejo Nacional de Fomento Educativo -CONAFE- saben porque lo viven que su misión no tiene tiempo de espera.

“Yo doy clases en una isla, en la que antes se llegaba en lancha, ahora se hizo un camino de terracería es difícil la entrada y la salida de “Isla mano de León” que es como se llama el poblado que se ubica tumbo al mezquital municipio de San Fernando, ahí llego cada semana sé que mis niños me están esperando, incuso los pobladores”.

Al compartir lo anterior Rosaura Ramírez Flores menciona que como instructores tienen el ideal de cumplir con la misión educativa en las zonas más marginales de Tamaulipas: “Mucho se habla del lado negro de los maestros, pero en nuestro caso que atendemos el nivel preescolar, la verdad que traemos la camiseta bien puesta, ya que una vez que se conoce de cerca la cara de la pobreza y la necesidad de educación ya nada es igual y hay que ponerle el extra, que es involucrarte en las necesidades de la comunidad, la que nos ve como una esperanza de solucionar sus problemas, no solo de educación”.

Cabe mencionar que el CONAFE un organismo público descentralizado del gobierno federal, que ofrece alternativas de acceso, permanencia y mejora de aprendizaje en la educación inicial y básica, para alcanzar la equidad educativa de niños y jóvenes que viven en condiciones de pobreza y marginalidad.

En estos tiempos en donde la inseguridad permea caminos y carreteras los instructores comunitarios se comparan con un ejército: “Nuestra arma es la educación, misma que llevamos a niños que tal vez nunca la hubieran conocido, uno lo ve en sus caritas de los lunes, cuando llegamos a sus comunidades y ya nos esperan, nosotros trabajamos en los lugares más apartados de estado y como es lógico, no la tenemos fácil”, señala Tiburcio Rosales Sánchez, instructor en el poblado la comarca de Soto la Marina.

“A nosotros nos toca ver de frente lo peor de la situación que se padece en Tamaulipas, hay compañeros que la han sufrido en carne propia pero no por eso podemos paralizarnos, aquí seguimos cumpliendo con los niños y la gente de los poblados, que nos ven como a los maestros de antes, con esperanza de apoyarlos en lo que necesiten”.

Por su parte, para Liliana Ambriz, estudiante de sicología, llego al CONAFE como un medio para concluir su carrera profesional: “Pero cuando vas conociendo la misión que tiene un instructor comunitario se va arraigando el compromiso de servicio sobre todo, en mi caso soy jefa de familia, madre de un niño especial al que me gustaría darle el ejemplo, que no es nada difícil si se toma en cuenta que nosotros vamos a los lugares más remotos a dar educación”.

Los instructores comunitarios permanecen en las comunidades de lunes a viernes, exceptuando los periodos de formación para la docencia y desarrollo profesional o de tareas extraordinarias requeridas por el servicio social educativo.

Realizan actividades docentes y apoyan a los miembros de la comunidad en aquellas acciones tendientes a elevar el desarrollo cultural, recreativo y de salud.

Son jovenes entre entre 16 y 29 años, con alta vocación de servicio, interesados en llevar educación a niños de comunidades rurales e indígenas.

A este grupo pertenece Beatriz Torres López, quien a sus 22 años de edad ni el miedo que prevalece en las carreteras y caminos le quitan el entusiasmo por servir a la educación de los más desprotegidos: “Nosotros somos maestros de aquellos niños que tal vez sin nuestro apoyo jamás hubieran tenido acceso a la educación, por eso vale la pena asumir el riesgo y seguir adelante”.

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